lunes, 31 de diciembre de 2012

Un amor irreversible - Adal Hernández

Los revolucionarios 
de fuego y ternura 
nos asumimos chavistas 
de acción y espíritu.
 
Nunca tuvimos 
pudor alguno en hacerlo, 
ni nos preguntamos 
por la exactitud del término, 
si era ideológicamente correcto, 
si era políticamente preciso.
 
Entendimos y sentimos 
desde hace tiempo, 
que Chávez representa 
la esperanza bolivariana 
de una Venezuela socialista, 
de un mundo mejor 
distinto al capitalismo. 
 
Sí, Chávez es un hombre, 
vísceras, sangre, pensamiento. 
 
Un hombre 
que ha interpretado 
el sentimiento popular, 
porque por primera vez 
en nuestra patria, 
alguien que dirige 
las riendas del país 
viene del pueblo.
 
Arañero, barinense, soldado, 
pelotero, cantante, poeta.
 
Un hombre 
que nace del vientre 
de una Venezuela 
maltratada, malquerida, 
saqueada, humillada.
 
De sus arrecheras colectivas, 
de sus sueños calcinados, 
de sus bailes populares, 
de sus luchas constantes, 
de sus gritos de guerra, 
de sus combates por la vida.
 
Un hombre 
que nace de las entrañas 
de esta América ultrajada 
por el imperialismo, 
de las dictaduras, 
de los desaparecidos, 
de los torturados, 
de los lanzados al mar, 
de las guerrillas.
 
Un hombre 
que abrazó a Palestina 
sola y abandonada 
por el mundo, 
cuando el sionismo israelí 
dejaba caer 
pedazos de infierno 
sobre sus hijos.
 
Un hombre 
que mandó al carajo 
a los yanquis de mierda 
porque entendió
junto a su pueblo 
que no se podía seguir siendo 
el patio trasero del imperio. 
 
Un hombre 
que advirtió el vuelo asesino 
de los aviones de la OTAN 
sobre la Gran Yamahiriya Árabe Libia 
y las mentiras constantes 
de los medios de comunicación 
al servicio del miedo.
 
Un hombre 
que se paró en el seno 
de las naciones unidas 
y denunció la presencia del diablo.
 
"Aquí huele a azufre todavía". 
 
Un hombre 
que ha apostado todo 
a la unidad latinoamericana, 
porque siempre entendió 
que sólo unidos, 
seremos libres.
 
Un hombre, 
vísceras, sangre, pensamiento.
 
Que con el pueblo
se quema las manos 
haciendo la revolución, 
por encima de la izquierda 
acomodada que desde 
sus bibliotecas y sus bares 
escriben manuales y señalan 
errores de libritos.
 
Un hombre 
semilla de más 
de 500 años 
de colonización 
y resistencia.
 
Del juramento en Monte Sacro, 
del  "Tierra y hombres libres",
del "Inventamos o erramos", 
del "Vuelvan caras",
de la amable locura de Manuela,
de la cabalgata libertaria 
que cruzó los Andes, 
de la Batalla de Carabobo, 
de la independencia que continúa.
 
Chávez es un hombre, 
vísceras, sangre, pensamiento.
 
Un pueblo que no se rinde, 
una esperanza que late, 
una revolución indetenible 
como el viento del llano, 
un amor irreversible. 
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