Los revolucionarios
de fuego y ternura
nos asumimos chavistas
de acción y espíritu.
Nunca tuvimos
pudor alguno en hacerlo,
ni nos preguntamos
por la exactitud del término,
si era ideológicamente correcto,
si era políticamente preciso.
Entendimos y sentimos
desde hace tiempo,
que Chávez representa
la esperanza bolivariana
de una Venezuela socialista,
de un mundo mejor
distinto al capitalismo.
Sí, Chávez es un hombre,
vísceras, sangre, pensamiento.
Un hombre
que ha interpretado
el sentimiento popular,
porque por primera vez
en nuestra patria,
alguien que dirige
las riendas del país
viene del pueblo.
Arañero, barinense, soldado,
pelotero, cantante, poeta.
Un hombre
que nace del vientre
de una Venezuela
maltratada, malquerida,
saqueada, humillada.
De sus arrecheras colectivas,
de sus sueños calcinados,
de sus bailes populares,
de sus luchas constantes,
de sus gritos de guerra,
de sus combates por la vida.
Un hombre
que nace de las entrañas
de esta América ultrajada
por el imperialismo,
de las dictaduras,
de los desaparecidos,
de los torturados,
de los lanzados al mar,
de las guerrillas.
Un hombre
que abrazó a Palestina
sola y abandonada
por el mundo,
cuando el sionismo israelí
dejaba caer
pedazos de infierno
sobre sus hijos.
Un hombre
que mandó al carajo
a los yanquis de mierda
porque entendió
junto a su pueblo
que no se podía seguir siendo
el patio trasero del imperio.
Un hombre
que advirtió el vuelo asesino
de los aviones de la OTAN
sobre la Gran Yamahiriya Árabe Libia
y las mentiras constantes
de los medios de comunicación
al servicio del miedo.
Un hombre
que se paró en el seno
de las naciones unidas
y denunció la presencia del diablo.
"Aquí huele a azufre todavía".
Un hombre
que ha apostado todo
a la unidad latinoamericana,
porque siempre entendió
que sólo unidos,
seremos libres.
Un hombre,
vísceras, sangre, pensamiento.
Que con el pueblo
se quema las manos
haciendo la revolución,
por encima de la izquierda
acomodada que desde
sus bibliotecas y sus bares
escriben manuales y señalan
errores de libritos.
Un hombre
semilla de más
de 500 años
de colonización
y resistencia.
Del juramento en Monte Sacro,
del "Tierra y hombres libres",
del "Inventamos o erramos",
del "Vuelvan caras",
de la amable locura de Manuela,
de la cabalgata libertaria
que cruzó los Andes,
de la Batalla de Carabobo,
de la independencia que continúa.
Chávez es un hombre,
vísceras, sangre, pensamiento.
Un pueblo que no se rinde,
una esperanza que late,
una revolución indetenible
como el viento del llano,
un amor irreversible.
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